Aprendiendo de modelos sostenibles y escalables de acción social

24.03.2014

Por Miquel de Paladella.

Es sorprendentemente irónico que, justo en el momento de mayores necesidades sociales, las organizaciones que trabajan por la justicia social se sientan más cuestionadas que nunca. En los últimos 5 años, muchas han desaparecido, la mayoría ha visto cómo sus ingresos se reducían drásticamente y a todas se les está exigiendo resultados como nunca antes. Vivimos una crisis de modelos en el sector social justo cuando más lo necesitamos.

Los estados siguen invirtiendo anualmente miles de millones de euros para responder a retos y problemas sociales. La diferencia es que ahora somos conscientes de que tenemos poco conocimiento de la eficacia de esta inversión. El rendimiento se ha evaluado en contadas ocasiones y, cuando se ha hecho, se ha tendido a evaluar el número de personas atendidas y la cantidad de los servicios prestados, en lugar de los resultados que se consiguen. De este modo, no logramos avanzar lo suficientemente rápido para hacer frente a los crecientes problemas sociales que generan el desempleo, el envejecimiento de la población o el cambio climático.

Asimismo, los ajustes de presupuestos frecuentemente han llevado a no invertir en prevención, incluso a sabiendas de que esto conlleva mayores gastos para poner remedios en el futuro. No se ha invertido en prevención porque a menudo las administraciones percibían que implica pagar dos veces por un mismo problema o porque se percibía que el mandato político se centraba en la cura y no en la prevención de los problemas.

Sin embargo, esta situación está llegando a su límite. De manera más o menos consciente, en algunos sitios más rápidamente que en otros, se hace patente que los ciudadanos, las administraciones públicas, las empresas, las fundaciones y las propias ONG exigen otro tipo de enfoque y de inversión. Ya nadie se conforma con saber dónde va el dinero. Ahora todos exigimos resultados, cambios que resuelvan problemas y que disminuyan la desigualdades crecientes.

Conocemos lo que se acaba, pero… ¿nos estamos fijando en lo nuevo que está surgiendo?

Desde UpSocial nos centramos en buscar y facilitar la implantación de soluciones probadas, sostenibles y escalables, aquí y en otras partes del mundo. Así, aprendemos mucho de observar modelos que funcionan. Se han encontrado soluciones a la mayoría de problemas sociales y muchas de ellas tienen algunos elementos en común. De los muchos puntos en común, se podrían destacar los siguientes:

  1. Enfoque en la creación de valor: Todas las soluciones probadas con éxito tienen en común que se centran en maximizar la generación de valor. Han experimentado con nuevas maneras de que el grupo beneficiario obtenga el máximo valor de su acción, centrándose en sus necesidades y demandas. De ahí ha surgido la necesidad de convertir a los usuarios y a los beneficiaros en cocreadores de los servicios y las acciones dirigidos a ellos.
  2. Modelo de ingresos adaptado a la creación de valor: Gracias a este enfoque, muchas innovaciones consiguen consolidar su modelo de ingresos alrededor de sus beneficiarios. Es decir, están surgiendo soluciones que consiguen ser sostenibles porque los máximos interesados pagan por ellas. Esto las hace más sostenibles y, sobre todo, más resilientes a los cambios. Este pago se realiza directamente (el usuario paga por el servicio recibido porque percibe gran valor en él) o indirectamente (el usuario consigue que un tercero –por ejemplo, una administración pública, un ciudadano solidarizado o una empresa que saca un beneficio de la resolución de ese problema social– pague por ese servicio).
  3. Modelos híbridos: También hay modelos basados en intercambios que no tienen que ver con lo económico, y que son respuestas más eficaces y eficientes para solucionar problemas sociales. Muchas innovaciones han surgido en la intersección de sectores que tradicionalmente trabajan cada uno por su lado. De los partenariados público-privado-ciudadanía han nacido soluciones inesperadas, escalables y capaces de responder a los problemas en su plena dimensión. La participación ciudadana, en muchos casos, es el elemento disruptivo que permite una respuesta masiva a un problema. Estamos redescubriendo que en la comunidad existen los recursos latentes que tienen una gran capacidad de transformación social.
  4. Intervenciones basadas en evidencia: Todas han invertido tiempo y recursos en medir qué resultados obtienen con cada intervención o actividad llevada a cabo. Han ido diseñando su solución sobre la base del ensayo-error, de la experimentación, midiendo constantemente los resultados para así poder adaptar la intervención y maximizar su impacto.
  5. Agilidad: Para poder experimentar, los innovadores han necesitado agilidad para poder probar hipótesis rápidamente y cambiar si algo no acaba de funcionar. En el siglo XXI, no es el pez grande el que sobrevive comiéndose peces pequeños. Es el pez ágil el que mejor se adapta y el que consigue mejores resultados. Y para ello, hay que ser flexibles, probar cosas y ser capaces de reconocer el error como parte del proceso de generar resultados. No se necesitan grandes estructuras, ni fusiones entre organizaciones, como muchos piensan.
  6. Innovación abierta: La complejidad de los problemas sociales requiere de una mayor capacidad de experimentación y uno solo no puede conseguir soluciones completas. Por ello, muchas innovaciones han nacido de la colaboración y la creación de comunidades de práctica. Los sectores que más han progresado son aquellos que han innovado en abierto, donde todos aprenden de los errores propios y de los demás, y experimentan en abierto hasta encontrar las mejores respuestas.

Ante el dilema de algunas ONG de pensar que la innovación es un lujo que no se pueden permitir, surge la pregunta: “¿Cómo se pueden invertir recursos para probar nuevas ideas cuando ni siquiera podemos pagar lo que ya estamos haciendo?”.

A modo de respuesta comparto la reflexión de que si no tienes recursos para pagar lo que estás haciendo ahora, muy posiblemente es que (a) lo debes cambiar porque no genera suficiente valor, (b) el modelo de ingresos no es adecuado, (c) no tienes evidencia de sus resultados, o (d) no eres lo suficientemente ágil para adaptarte al cambio que ya ha tenido lugar en tu sector.

El motivo principal de esta crisis de modelos es la inadaptación al contexto en el que vivimos y a sus cambios. El auge del tercer sector en estos últimos 25 años en España ha tenido lugar en unas condiciones que ya no existen. Por eso, en muchos casos, innovar no es un lujo: es lo único que puede garantizar que la organización siga siendo relevante.